Crítica literaria:
Como sabéis en ENSU sorteamos un libro de la editorial Trotalibros, que patrocinó uno de los episodios del podcast «Houston tenemos una boda».
Se sorteó «Canción del ocaso».
Como siempre queremos ir un paso más allá, dándoos la máxima calidad y el trabajo más especial posible, no sólo hemos sorteado el libro, sino que aquí tenéis la crítica literaria que ha hecho Marta de él.
Porque todo nos parece poco para llevar lo que os ofrecemos a otro nivel, y ésta es una muestra de ello. #makethemostofit
“Canción del ocaso”,
Autor: Lewis Grassic Gibbon.
Editorial Trotalibros.
OCASO
Del lat. occāsus.
1. m. Puesta del sol, o de otro astro, al trasponer el horizonte.
2. m. oeste (‖ punto cardinal).
3. m. Decadencia, declinación, acabamiento.
Diccionario de la lengua Española.
Real Academia Española.
Sería argumentable afirmar que en los vericuetos literales y metafóricos de los significados de la palabra “ocaso” se encuentra condensada, como un buen perfume, toda la esencia de la novela de Grassic Gibbon en su máxima expresión.
No porque esta obra sea el ocaso de su autor, sino porque es un retrato adusto y visceral de un mundo que se extingue, de unas gentes que ya nunca más serán, no sólo ellos en particular, sino ellos como gentes de esa Escocia que nos araña las entrañas, poco a poco, a medida que nos sumergimos en la lectura hipnótica de la novela.
He estado tentada de contar las muchas veces que el autor cita la palabra «ocaso» en la novela, pero la lectura barría mis intenciones como el caudal abrumador y generoso del Denburn, como el devenir de la vida, como el transcurrir del tiempo, que es, al fin y al cabo, el gran tema del libro. Hace uso subrayado y manifiesto de la palabra ocaso una vez y otra como una anáfora dispersa por los versos en prosa de “Canción del ocaso”, como queriendo incidir sin molestar, sin barroquismos endulzados, pero con un lirismo rezumante difícilmente disimulado.
La prosa desgarradora, escrita a ratos como si cada verbo fuera un golpe de azada sobre la marga negra de la campiña escocesa, arrancado de sus entrañas, va surcando el alma de los personajes, labrando un relato que siembra ese lirismo y esa trascendencia en el corazón del lector.
En cada sustantivo, adjetivo, verbo y preposición, en cada artículo y en cada adverbio, Grassic Gibbon huye de lo epidérmico y se entrega sin concesiones a una nostalgia agreste. Construye así una novela en la que el campo de Escocia es un personaje más, junto con una ristra de hombres y mujeres que nos cuentan su vida en su expresión más ruda, incluso horrenda, pero también en su vertiente más maravillosa y cristalina. Es un camino que recorremos de la mano de Chris Guthrie, en una suerte de “bildungsroman” más complejo y amplio, en el que el autor da cabida, además, con su poética y su brutalidad, a un relato trascendente y transversal sobre el alma humana y el ocaso de un mundo.
En él, retrata con lucidez y una sensibilidad sobrecogedora las complejidades y las contradicciones internas de todos los personajes, y con una especial empatía el universo femenino. Esa contradicción inherente entre las raíces y las alas, entre lo inglés y lo escocés, entre la entrega infinita a los quehaceres del campo y la contemplación de un mundo que les recorre las venas y se les escurre entre los dedos, nos llega a través de un abanico muy diverso de personajes que, como bien dice el editor en su nota final, cada uno de ellos merecería una novela por sí mismo. Personajes en los que el autor no rehúye construir personalidades complejas, poliédricas, algunas esencialmente nobles y otras aborrecibles y hasta deleznables, así como tampoco hurgar en la realidad para desenterrar las semillas de la ternura y mostrarnos la parte más reluciente y embriagadora de la vida. Como esa genuina y deliciosa boda que relata… ¡Cuánta razón tiene Jan Arimany, su editor, al referirse a ella como algo inolvidable!
Con todos estos elementos, la novela nos habla del inexorable y hermoso paso del tiempo, y nos invita a abrazar ese devenir, ese ocaso que es la vida en sí misma.
Porque el ocaso no es exactamente lo mismo que el atardecer (sí, los matices importan) en esa elocuente defensa de lo escocés (incluso de su léxico) y el ocaso de ese sistema de vida que, como todos, es un universo entero.
“Canción del ocaso” es la aceptación sin rendición, pues la propia novela es una maravillosa canción de rebeldía ante el olvido, un grito desesperado y luminoso frente a la negrura del silencio en los tiempos.