El Cuento de Ensu

Nuestra Historia

«Ya que he llegado hasta aquí, ¿por qué no seguir corriendo?» – Forrest Gump

En mi familia, cada comida de Navidad, durante más de 20 años, terminaba con un relato. Lo narraba mi madre, en vivo y en directo, mientras la gente saboreaba los cafés y trataba de recuperar el aliento en una digestión difícil. Los días previos al gran día, mi madre estaba nerviosa, preocupada y tremendamente ocupada en escribir algo divertido, familiar y, de alguna manera, histórico, puesto que sus relatos eran una breve memoria anual de la familia Del Castillo. Tuvo la idea, el valor de ponerla en marcha y la perseverancia de mantenerla. Además, tenía los dones de la creatividad, de la brillantez, del sentido del humor original y del estilo propio. Sus cuentos de Navidad eran esperados con gran ilusión por todos nosotros. De alguna manera nos marcaron para siempre y nos dejaron una profunda huella. Aquellos cuentos forman una parte importantísima de su legado, como una manera de entender la navidad, la familia y la vida misma.

Su marcha dejó un evidente y profundo vacío que inevitablemente salpicó a nuestras navidades, lo que a ella le hubiera disgustado enormemente. Así que recogí su testigo y puse en marcha mi particular cuento de Navidad. Debía mantener el espíritu, pero variar el formato. El fondo sí, la forma, no. «Que sea lo mismo, que sea diferente: un vídeo. No escribiré un texto y lo leeré el directo, lo pondré en imágenes y lo proyectaremos.»

Empecé a hacer vídeos de Navidad, que incluían parodias, fotos, momentos divertidos, un guión en off que explicaba lo que fuera. Un pequeño cuento audiovisual que, como todos los cuentos, fantaseaba sobre unos personajes, en este caso nosotros mismos.

Marta y yo escribíamos los guiones, usábamos una vieja videocámara prestada y, al no contar entonces con material de postproducción, poníamos las imágenes en un VHS mientras grabábamos directamente la tele con la camarita, a oscuras para evitar reflejos inoportunos, Marta aprovechando el resplandor del televisor para leer el guión y locutar el off, yo pinchando la banda sonora en algún reproductor de música, rezando para que mi hermana no irrumpiera en el plató y que, por una vez, el piano de los vecinos nos brindara una celebrada tregua.

 

Casi diez años después, una amiga de una amiga me pidió un vídeo original como regalo para su marido, y pensé en crear una parodia de su vida, al más puro estilo Del Castillo. Fue un éxito, del cual surgieron pronto otras peticiones de nuevos vídeos. Paralelamente, decidí abandonar mi puesto de trabajo, en contra de la voluntad y el consejo de muchos que leían «Director editorial» en mi tarjeta de presentación y creían que me estaba desviando del camino. Mientras buscaba otro empleo «serio», me dediqué a terminar los vídeos que tenía pendientes y que realizaba fuera del horario laboral habitual.

Entonces me sobrevino un momento Forrest Gump, «ya que he llegado hasta aquí, ¿por qué no seguir corriendo?», y decidí seguir haciendo vídeos en la habitación que hoy ocupa Julieta, nuestra segunda hija. El primer paso era encontrar un nombre comercial para la nueva empresa que ofrecería todo tipo de vídeos personalizados. Quería homenajear el origen de todo, aquellos cuentos de Navidad de mi madre, de tal forma que la marca debía tenerla presente. «En su nombre», propuso mi padre. Pues «ensu», campana y se acabó.

Han pasado diecinueve años desde que mi madre se fue, casi diez desde que ENSU vio definitivamente la luz. Aquellas divertidas películas familiares se han convertido en nuestras actuales Minipelis. Hacemos películas de bodas, celebraciones de todo tipo, viajes, vídeos para padres y escuelas, espectáculos…

Espero no dejar de ser nunca el niño de la foto que se agarra donde sea en busca de nuevas aventuras.

Con un cuento empezó todo, y seguiremos contando historias en nuestro particular lenguaje audiovisual hasta que, quizá algún día, la gente deje de poner una página en blanco sobre nuestra mesa.