Ingrid y Hallr

La barandilla metálica de las escaleras está medio helada, las manos enguantadas resbalan con dificultad por su metal pegajoso, la escarcha incrustada, qué febrero más largo, y estamos a la mitad, qué ganas de llegar a casa, mañana examen del máster, el fin de semana de reclusión, uno más, como tantos, preparando el trabajo final.

Hallr me insistirá para salir a dar una vuelta en bici pero, jolín, es que quiero bordar este trabajo, quiero sacar sobresaliente y los del grupo que me ha tocado son como morsas al sol, espero que Hallr no me malinterprete, qué frío hace, las botas están un poco resbaladizas hoy, señora cuidado mire por dónde va, está demasiado cerca, qué manía con acercarse a la gente, ni distancias de seguridad ni leches.

El vaho de la mascarilla de nuevo, le doy el premio a lo más molesto del 2020 y 2021 incluidos, y con este febrero gélido más, pero vaya, al menos mi propio aliento me calienta con la historia de la mascarilla, que todo tiene su lado bueno, pero lo que sí debo resolver son las botas resbaladizas, cuando llegue a casa llamo a mamá y le pregunto si untándolas con algo…

Hallr ya me dijo que el fin de semana de San Valentín quería hacer algo, “Ingrid, resérvatelo”, me lo advirtió varias veces, pobre, pero el examen y el trabajo de administraciones públicas, si incluso le dije a Astrid que no podíamos hacer videollamada esta tarde, y eso que habíamos quedado ya, y sé que ella ha tenido su problemilla con Rasmus, está muy chafada, pobre, quería hablar, le prometí hacerlo, pero todo no puede ser.

Hallr quiere hablar de la organización de la boda. ¡Y ése es el plan que más me apetece! Espero que no piense que no tengo interés. Tal vez podemos hacer peli y manta en casa, un rato de sofá hogareño siempre está bien y, mientras, saco la agenda de la boda y vamos avanzando temas, y luego ya me encierro en el cuarto a por el examen y el trabajo de grupo.

Hallr sueña con una boda vikinga, lo sé. Todo el tema de los ancestros le flipa, y a mí me encanta que le flipe, no voy a engañarme, pero tenemos que acabar de hablar de lo de casarnos en mitad del bosque el próximo otoño.

A ver, que las bodas nevadas son preciosas, no digo que no, y luego esos banquetes a lo vikingo con mesas larguísimas y bancos de madera. La noche antes haría una sauna con mis amigas, rollo purificación ancestral, pero oye, qué gozada, divertidísimo, haciendo nuestras propias coronas de flores… no, si la idea es muy chula… y la boda al día siguiente, con cerveza a raudales, todos bailando y cantando (todo esto si, para entonces, el covid lo permite ya, por supuesto), y la mañana siguiente de la boda, él me despertará y me tendrá preparado el regalo de la mañana.

Esta tradición vikinga me encanta. El regalo de la mañana. Seguro que hace meses que ya piensa en qué hacerme. Ostras, cuidado, me voy a partir la crisma con estas botas, no me las pongo ni un día más sin reparar la suela. Ingrid, que como te partas la cabeza, ni sofá, ni manta, ni Astrid, ni examen, ni trabajo de grupo… vale, vale, paso lento, espero que Hallr esté ya con la comida. Me duele la cabeza de tantas horas de biblioteca hoy, qué ganas de llegar a casa y quitarme la mascarilla y respirar por la ventana el aire frío de febrero.

Se me caen los libros, tengo que mirar otro bolso más grande, este es monísimo, pero si no me caben las cosas, vaya tontería, ya ves para qué sirve. Espero que Hallr no tenga pensado darme un bolso de regalo de la mañana tras la noche de bodas, hombre, espero que no, con lo maniática que soy yo para los bolsos, me gusta escogerlos yo misma. Me traerá flores, eso seguro, le encanta, y tal vez alguna joya. Sí, me chiflarían unos pendientes.

Bueno, no te hagas ilusiones concretas, Ingrid, lo que te regale será perfecto, seguro, sea lo que sea, porque será su regalo de la mañana. Un ratito de manta y agenda de la boda, sí, cuanto más lo pienso, más me apetece, un rato de soñar y de dejarnos llevar por cómo imaginamos cada detalle.

Oye, y que el otro día salieron ideas buenísimas. Lo de la boda vikinga es brutal. Cuanto más lo pienso, más me gusta, lo confieso.

Oye, pues yo… Uy, perdón, pase, pase señora. Casi llego. No se me ha caído ningún libro en la nieve. ¡Qué milagro!

Ya llego Hallr. Ya estoy llegando.